Mi Santuario. La ciudad de la mariposa. Final.

«Ámame cuando menos lo merezca… porque será cuando más lo necesite…»

-Dr. Jekyll y Mr. Hide-

Arrastrándose entre la maleza, devoró todo a su alrededor,

la gente denunció una plaga, cuál si fuera una maldición,

no podían ver, más allá del prejuicio de su perdición,

la bendición que ella era, cuando la oruga se convirtió,

su cuerpo cual seda, cien veces adelgazó,

y tan ligera se volvió, que en el viento se remontó,

besando flores viajó, multiplicando 1 millón de veces lo que tomó,

su bendición repartió, y la Tierra entera reverdeció…

Querido testigo, aquí se termina este pequeño viaje, que tengo la urgencia de terminar… espero lo puedas entender…, y espero me puedas perdonar, pues aún si no lo entiendes, lo tengo que hacer. Está bien si es imposible para el humano perdonar lo imperdonable, pero sea por Dios o la institución que ha monopolizado el perdón, y con ello han pretendido obligar a la humanidad a realizar lo imposible, lo cual es perdonar a otro, que me perdonen quienes me han creado, pues mi yo es en efecto algo mío, es lo más mío, más no por obra toda mía. Y si ese amor incondicional y superior del supuesto creador, es incapaz de perdonar, entonces al hacer esto, hago algo imposible para Dios que, dicen por ahí, castiga a los suicidas, de modo que su amor no es incondicional, Dios no es todopoderoso y Dios, no es Dios… Me perdono a mí mismo por haberme aceptado y permitido a mí mismo suicidarme.

Tal vez te preguntarás… ¿por qué decidí regalar las presentes líneas que ahora recorres? ¿Por qué no mantenerlo secreto y guardar siquiera la existencia de este texto hasta el momento de su publicación? Porque deseo aprovechar la invasión de ese otro, en este caso tú, que ahora, cual asesino del minotauro, me liberas de mi sentencia y mi condena, a este yo…

¿Qué pasa cuando se le abre la puerta al otro en nuestra vulnerabilidad? Descubrí, que cuando uno se desnuda ante todos, el cuerpo ha sido concedido al otro, y cuando uno se abre tanto, al grado de exponer el mundo que todos compartimos, único en nuestra visión donde somos ambos, el héroe y el villano, el libre y el esclavo. Al dejar que el otro irrumpa, el riesgo es siempre ser invadido por el otro… Y así, yo dejo de ser yo, junto con mi esquema, el cual, necesitaba que muera. Que descanse, para que me deje seguir adelante y descansar también. Uno no se enamora de «alguien» sino de «algo acerca de ese alguien», y dejar morir ese amor proyectado en la identidad separada de uno mismo, para que no lo mate a uno, es un acto de responsabilidad afectiva hacia uno mismo y hacia los demás.

Ahora entiendo por qué una parte de mi deseaba profundamente jamás terminar esta obra… era ese otro yo luchando por frenar la inevitabilidad de ese destino marcado por los acuerdos realizados antes de ser, lo que hemos venido a ser y hacer.

Sólo un tiempo aquí, el cual fue acordado, entretejido e hilvanado mucho tiempo atrás…

Voy a donde la vida me lleve, pues incluso si me lleva a los brazos de la muerte, sé que mi destino de todos modos ahí estará, con mis hermanos, mis hermanas, y con todo cuanto existe en este universo.

Vivir ya es un riesgo carnalitx…

Este cuento, es una derrota… pues habla de derrotas, pero el propósito de su derrota misma, es la muerte de aquel que necesito dejar que se muera aquí… ese otro yo que cargo como un muerto y que no me deja vivir. Aquí lo suicido, para que el que soy, o dicho sea “ese que soy”, pueda ser, en tanto sea.

Y por eso, es también una victoria, al menos hasta la próxima caída, porque aquí el que no cae, resbala… y el que se levanta de la caída, aprende a caminar, eventualmente a correr, y con algo de suerte a volar…

Yo soy Wabi.

Irónica contradicción de mi propia premisa anti-meritocracia… pero si has llegado hasta aquí, mereces (si así lo quieres) descargar la obra completa en pdf

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